Miguel Ángel Sosa
Twitter: @Mik3_Sosa
Los sesgos son como filtros invisibles que influyen en nuestra forma de ver el mundo. Son atajos mentales que nos ayudan a procesar información rápidamente, pero que también pueden distorsionar la realidad. Aunque suelen pasar desapercibidos, tienen un impacto profundo en nuestras decisiones y comportamientos.
Un tipo muy conocido es el «sesgo cognitivo», que ocurre cuando nuestra mente procesa información de manera parcial o distorsionada. Según Daniel Kahneman, psicólogo y Premio Nobel, estos atajos evolucionaron para ayudarnos a sobrevivir en un entorno complejo. Sin embargo, hoy en día, pueden llevarnos a conclusiones erróneas. Por ejemplo, el «efecto de confirmación» nos hace buscar solo la información que respalda nuestras creencias y descartar la que las contradice.
Los sesgos no se limitan a nuestra mente individual, también influyen en las dinámicas sociales. El «sesgo de grupo» nos lleva a favorecer a quienes comparten nuestras características, mientras desconfiamos de los que son diferentes. Esto puede perpetuar prejuicios y reforzar barreras sociales. ¿Cuántas veces hemos juzgado a alguien simplemente porque no pertenece a «nuestro grupo»?
En el ámbito cultural, los sesgos también son evidentes. Las normas y creencias de una sociedad pueden moldear nuestras percepciones sin que nos demos cuenta. Por ejemplo, el «sesgo cultural» nos hace ver nuestras costumbres como las correctas y considerar extrañas las de otros. Este tipo de pensamiento limita nuestra capacidad de comprender y valorar otras perspectivas.
Identificar estos sesgos no es sencillo, pero es el primer paso para reducir su influencia. Una buena pregunta para comenzar es: «¿estoy considerando otras perspectivas?» Reconocer que nuestras percepciones pueden estar distorsionadas nos permite tomar decisiones más conscientes y justas.
Expertos como Carol Tavris y Elliot Aronson destacan que aceptar nuestros errores es un acto de valentía. En su libro Mistakes Were Made (But Not by Me), explican que enfrentar nuestras suposiciones no solo mejora nuestras decisiones, sino también nuestras relaciones.
Romper con los sesgos requiere práctica y reflexión. Buscar opiniones diversas, analizar nuestras creencias y desarrollar la «metacognición», que significa pensar sobre cómo pensamos, son herramientas clave. Como señala el neurocientífico David Eagleman, el cerebro tiene una capacidad asombrosa para adaptarse, pero esto exige intención y esfuerzo.
Reconocer y manejar los sesgos no significa eliminarlos por completo, sino aprender a vivir con ellos de manera consciente. Esto nos acerca a una vida más empática y abierta, donde nuestras decisiones reflejen una verdad más amplia y equilibrada. ¿No vale la pena intentarlo?